GHETTO DE CALZONES SIN BOBOS

Mirada de incredulidad me soltó mi psicóloga (no mucho mayor que yo) cuando le dije que de mi círculo cercano de amigas, el porcentaje de mujeres solteras era descaradamente mayor que el de las casadas. Que me faltaban dedos de las manos, para contar la cantidad de amigas solteras atractivas, inteligentes, con puestazos, con cuerpazos, pero sin un “buen hombre” a su lado.
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Aquí un delicioso compilado de explicaciones a mi soltería que he escuchado hasta ahora:
  • “¡Coge lo que caiga no más hermana!”
  • “Hay hombres buenos como mi esposito, lo que pasa es que te gusta cada pendej…”
  • “Con esa actitud, los espantas pues mamacita”
  • “¡Demasiada sartén para tan poquito huevo!”
Hay una explicación generacional, según mi teoría. En los 90’s hubo un buen grupo de adolescentes a las que nos provocó vivir y disfrutar las etapas de nuestras vidas más tiempo de lo normal. Y por esas coincidencias locas del destino, nos fuimos atrayendo poco a poco hasta que formamos sin querer un “Ghetto de calzones sin bobos”.
Denominación que bien podría prestarse a varias interpretaciones no oficiales, si nos ceñimos a la semiótica de cada palabra:
  • Grupo cerrado de mujeres sin hombres babosos
  • Grupo de mujeres sin corazón
  • Grupo de descaradas que no se andan de modositas
Yo me quedo con la que nos describe como un grupo de mujeres que se aleja de la mirada compasiva, de algunas personas que sienten haber cumplido su check-list a nuestra edad. Mujeres que conocen sus relojes biológicos y simplemente lo sincronizan con el tiempo que mejor les acomode, aunque no dejan de meterle presión a su destino.
Que prefieren tener a su lado personajes de “Blue man group” que a principes azules. Y que si bien seguimos buscando el anillo en el anular, no lo transformamos en  “my precious”
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Lo que es yo, en el enterín y mientras tanto, sigo ahorrando por mi marido ricachón.
C.
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