The look


Decidí cortarme el pelo chiquitito en marzo del 2012. Luisito Botón fue el artista plástico que transformó por primera vez mi cabello seco y esponjoso, en un corte de Halle Berry con 2 gotitas de Sarita Colonia.


Religiosamente durante los siguientes meses, sacaba cita en su estudio y lo perseguí como groupie por varias peluquerías donde lo contrataban. Era el único que cortaba “en seco”, podías ver en tiempo real cómo quedaría tu cabello al levantarte.


Eran épocas sin redes sociales, y ubicarlo era un trabajo de inteligencia. Hasta que le perdí el rastro, y mi cabello tuvo que ser manoseado por otros peluqueros.


Así llegué a las manos de Leonardo y cada dos meses iba hasta su salón en el Callao para que me corte y tiña las canas de treinteañera. Su cumpleaños era el mismo día que el mío, así que en diciembre chismeábamos sobre los planes de nuestra celebración. 


Hasta que un día me vi al espejo y vi mi corte de cacatúa muy similar al de una señora de 74 años de cabellos rojizos sentada al lado mío. Leo había perdido el rumbo de mi corte y me había mimetizado con sus clientas.


Ricardo Gozzing fue mi siguiente opción y la verdad me encantó su look de rock star. Tenía onda y un tímido acento argentino. Su peluquería quedaba en el pequeño Manhattan de Lima. 


Yo le pedí una referencia de una comediante argentina llamada Milena Pinchot y me terminó haciendo un corte “honguito afrancesado” súper cool. 





Durante casi dos años confié en él y dejé en sus manos lo que quisiera hacerme, así pasé de un corte europeo “très chic” a un new wave de pelos parados y harta cera.


Hasta que una amiga cuyo cabello cortito era hermoso, me dio medio en secreto, el número de Francesco Giaquinta. 

“Llama, pero no digas que yo te di su fono”


Tuve que esperar 2 meses para mi cita y conocer su pequeño estudio barranquino. Sus sillones capitoné de cuero eran vintage y las mesas tenían las patas de máquinas de coser antiguas.


La silla donde te lavaban el cabello tenía incorporado un masajeador automático. La sensación de que te laven el pelo con agua tibia, mientras que un par de piedras a motor recorren tu columna... era orgásmica.


Con la cabeza aún húmeda y caliente, apareció este modelo de portada italiano, un Dios griego de cabellos largos, barba de Cristo y camisa de guacamayos... su sola imagen pagaba cada sol que invertí en esa cita. 





Francesco era tan hermoso que dolían los ojos al verlo. Su padre Salvatore (igual de guapo pero con treinta años más) llegó al Perú a crear una escuela de peluqueros en barrios marginales. Años más tarde abrió junto a su hijo, este salón “boutique” para clientas exclusivas y socialité internacional que llegaba a Lima por alguna inauguración o evento social importante.


Y así fueron pasando los meses y los estados de cuenta de mi tarjeta. Un buen día mi cita con Francesco se postergó indefinidamente, porque viajó de vuelta a Europa. Ricardo Gozzing se fue a vivir a Suiza con sus hijas. Leo abrió un salón en Miraflores. Pero ahora mi presupuesto para peluquería se redujo a momentos especiales. 


En el 2019 llegué a las tijeras de Julio, un Tiktoker pelucón muy guapo, de anillos llamativos en los dedos, que tiene un salón pintado todo de negro por dentro, la música a full volumen, reflectores de concierto y todos los que atienden son chicos venezolanos con harto talento. En cada cita me contaba sus dilemas amorosos y yo le regalé en el año nuevo 2020 un magnet con la bandera gay y la frase “All you need is love”


-¿Así está bien el agua mi amor?

-Así está perfecta

Cierro los ojos, me quito los aretes, e imagino ese masaje en mi espalda, mientras escucho a Roxette diciéndome “She’s got the look”




Comentarios

Entradas populares de este blog

MI AMOR EL GUACHIMÁN

El Factor J

Nos estamos quedando solos... vieja