Fue ayer y no me acuerdo



-Tengo algo que contarte… ¿Podemos vernos en la cafetería?

-Claro, ¿le aviso a Ceci?

-No, no… solo tú y yo.


Desde que terminamos la academia Carlos, Ceci y yo éramos un trío inseparable. Carlos era un atractivo chibolo de 18 años, de metro ochenta, cabello frondoso y ondulado, cuyo mayor defecto era llevar zapatos de vestir con jeans. Había postulado 3 veces a la Católica pero decidió por Administración en la de Lima, luego de haber ingresado en aquel verano de 1993.


A Ceci la conocí un año atrás, en la academia Javier Prado (que quedaba en la avenida Arequipa). En los dos ciclos que llevamos juntas, nos hicimos yuntas. Ceci era pequeña y menuda, siempre en impecables blusas de chaliz con jeans de correas trenzadas. Yo en cambio, era de peso y medida oficial, siempre en shorts de colores fosforescentes y polos de algodón sueltos. Todas las tardes lateábamos 20 cuadras junto a Carlos, hasta llegar al bypass del cine Orrantia. Allí cada quien se separaba para direcciones extremas de Lima. Uno de nosotros (o quizás los tres en el fondo) hacíamos la taba con otras intenciones.


Ceci iba a Derecho y yo a Comunicaciones. Le di la noticia de su ingreso yendo a su casa, con unas tijeras y huevos en la mano. Nos abrazamos, lloramos y bebimos alcohol con autorización de nuestros padres.


Carlos, Ceci y yo, éramos unos cachimbos universitarios poco populares, pero pertenecíamos al guetto de chibolos de barrios emergentes. En los noventas, la llamada “cafetería con universidad dentro” tenía flexibilidad de categorías, para poder solventar los ciclos de sus estudiantes chancones de colegios no pitucos.


-Soñé contigo ayer -me dijo Carlos con sonrisa y mirada de lado.

-Ehhh… ¿pero qué soñaste? -le dije antes hacer un sonoro sorbo al vaso de jugo de papaya.

-¿Has escuchado la canción “Ayer”de Luis Miguel? -Carlos pasó saliva y continuó- Fue algo así.


Esa misma noche, luego de varios intentos, entró mi llamada al programa de Wendy Menéndez, una locutora de voz ronca y risa pegajosa, muy escuchada por estudiantes desvelados y wachimanes solitarios. Recién a la una de la mañana, Wendy soltó mi pedido musical y pude escuchar atentamente la letra de Luis Miguel.


Hoy, en un sueño te encontré

Como un loco te besé

Y estrenamos nuestro amor


La primera estrofa me dejó lela, no solo confesaba su calentura, sino su virginidad.


Cómo me duele saber

Que esto es algo que solo soñé

Nos desgarramos de placer


Mierda.

A la mañana siguiente, luego de un sueño bochornoso con sus rulos y zapatos de oficinista, lo cité a tomar lonche en la cafetería. 


-Es evidente que sientes algo -habló la psicoanalista que creía ser.

-Pues sí… 

-Mira Carlos, te tengo que confesar algo… 

Mi aliento a maracuyá se sentía en el ambiente. Lo miré directamente a los ojos y sin pestañear le dije:

-Le gustas mucho a Ceci 

-Ehhh.. Ahh… bueeno ¿Y… crees que me puedas hacer el bajo con ella?


Los detalles posteriores a aquella conversación son borrosos. De 1993 tengo muy pocos recuerdos, todos ellos usando mis jeans Guess y mis zapatos de gamuza Bass (todo en imitación de Gamarra). Ceci y Carlos fueron enamorados, hasta que meses después, la distancia entre sus facultades los separó. No hubo lateada que les permitiera mantenerse juntos. Lo único que se mantuvo perenne durante todo 1993, fue la lealtad a mi mejor amiga… y mi virginidad.

#relato #wendymenéndez #fueayerynomeacuerdo #1993 #cachimbos #ficción

Comentarios

  1. Nooo, pues. O sea, tanta vaina y luego se separaron...

    Valga recordar que originalmente le gustabas tú, jajaja.

    Acabo de toparme con tu IG por un yogui en común y tus escritos me están haciendo el Sábado - ¡Gracias, Carmincha!

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