LA CHULE






La Chule venía por primera vez a la casa de Lucero y aprovechó su corta estadía en Lima, para a jugar toda la tarde vóleibol. Terminaron sucias y sudorosas, así que decidieron bañarse juntas y seguir conversando de sus secretos en la tina. 


-¿Has escuchado esa canción en francés recontra calentona?

-No ¿Cuál?

-Una donde gimen diciendo “Monamur”

-Nooo… ¡Qué arrecha!

-He traído un casete con la canción grabada, pero la tienes que escuchar con audífonos.


La Chule se levantó chorreando de agua y jabón, caminó hasta su mochila y sacó de ella un walkman. De puntillas temblorosa regresó a la tina, se metió en el agua y se puso los audífonos hasta encontrar la canción que buscaba.


Hace unos meses atrás, las adolescentes se conocieron en Guadalupe, al norte del Perú. La Chule vivía a dos casas de la chacra de los tíos de Lucero. En febrero de 1988, sus tíos apadrinaron la fiesta de carnavales del pueblo. En medio del talco de las “matacholas” y la témpera aguada en sus pieles, las dos adolescentes se hicieron muy amigas. 


Consiguieron sachets de ron de la bodega y los mezclaron con sus botellas de Piña y Rojita Lulú, compartiéndolas discretamente entre su collera de amigos. Cantaron y bailaron embarradas de pintura y envueltas en serpentinas, hasta que el tronco del árbol de la Yunsa cayó en medio de la ronda. 


La Chule a sus 14 años, aparentaba ser una delgada veinteañera, de cabello corto y ondulado, le llevaba una cabeza a Lucero y tenía un enamorado en Lima, al que visitaba cada 2 meses. Lucero, había cumplido recién 12 años, era corpulenta, usaba shorts de jean y polos anchos estampados con bandas de rock. Lucero aún no usaba formador, pero tenía unas incipientes tetas triangulares, que se marcaban con su sostén de tela.


Los primos de Lucero, veían a la Chule como la chibola más rica de todo Guadalupe y siempre le buscaban conversa, invitándola a jugar a las chapadas y a la botella borracha. Los vestidos cortos que usaba la Chule y sus sandalias franciscanas, la hacían ver en sus cabezas pajeras, como una sexy pueblerina italiana.


El domingo antes de regresar a Lima, toda la mancha de primos y la Chule fueron a Puémape a disfrutar de un día en la playa. Cuando la Chule se quitó el vestido delante de ellos, los lentes de sol que llevaban puestos, no ocultaron las babas que cayeron de sus bocas.


Tumbadas boca abajo con sus espaldas marinadas en Coca Cola, veían a lo lejos cómo los púberes se zambullían en las olas.


-¿Y te has besado con alguno de ellos? -le preguntó la Chule.

-¡Aghh no! ¡Son unos pavazos!

-Pero ya has chapado antes ¿no?

-Solo piquitos.

La Chule hizo un puño en su mano izquierda

-Mira pon tu mano así -le dijo.

Lucero hizo lo mismo. La Chule sacó su lengua y haciendo círculos, la empujó lentamente dentro de los pliegues de su mano.

-Este es el beso francés… practícalo. A mi enamorado lo vuelvo loco.


Las dos amigas cerraron los ojos mientras sus lenguas humedecían sus manos, y escuchaban las olas reventar en la orilla. 


Ese verano de 1988, Lucero regresó a Lima con un aprendizaje nuevo y una insolación terrible que dejó su espalda como un mapa del mundo medieval. 


(voz femenina arrecha)

Je t'aime, je t'aime, oh, oui je t'aime

(voz masculina arrecha)

Moi non plus

(voz femenina arrecha)

Oh mon amour 

(voz masculina arrecha)

Comme la vague

Irrésolue


Con el agua jabonosa tibia cubriéndole los hombros y con los audífonos puestos, Lucero cerró los ojos para escuchar e imaginarse la escena de estas voces en un idioma que no comprendía, pero que claramente le sacaba una sonrisa de medio lado, y le hacia imaginar una historia en colores sepia.


Sin darse cuenta, la sensación de un ciempiés recorriendo su vulva lampiña se hizo más real. Abrió los ojos y tenía delante de ella a la Chule queriendo darle un beso francés.


Lucero se levantó asustada y salió de la tina a cubrirse con la toalla. Se sacó el walkman, tiró los audífonos en el lavatorio y corrió asustada a su cuarto a cambiarse.


La Chule regresó a Guadalupe a la semana siguiente y 5 años después, Sofía Chuquipiondo se casó con un alférez de la Fuerza Aérea. Lucero no volvió a usar bikini nunca más, ni a ponerse Coca Cola en el cuerpo como bronceador. 


Comentarios

Entradas populares de este blog

MI AMOR EL GUACHIMÁN

El Factor J

Nos estamos quedando solos... vieja