La promo del 56




—Javier Leopoldo Vásquez Orellana
—¡Presente! gritaron todos.
—Romulito “El Loco” Velarde Arias
—¡Presente! gritaron todos.
Fernando pasó la hoja de papel que sostenía en sus manos y continuó declamando.
—Carolina Villavicencio Pacheco
La voz aguda de una diminuta señora de saco rosado, se escuchó del lado derecho del salón, diciendo “Presente”.

Ramona, en su función de secretaria y sentada al lado de Fernando, le puso un check a su nombre, y continuaron leyendo la lista de la promoción 1956.

El espigado Fernando Schroeder era de los pocos que lucía su cabello completamente cano y con una profunda entrada que develaba una frente protegida con bloqueador. Al igual que todos sus compañeros, esa mañana llevaba puesto el chaleco guinda que los identificaba como una de las promociones “master” más numerosas del desfile. Pero además lucía unos discretos lentes foto sensibles de montura de oro, regalados por sus hijas en su cumpleaños número 75; una correa Louis Vuitton, y se le sentía el olor de un perfume caro, seguramente del mismo diseñador.

Así Fernando Schroeder mencionó a los 73 integrantes de la lista que sostenía en sus manos: 18 de ellos fallecidos, 27 sin rastro conocido y los 28 que estuvieron sentados esa mañana, en la oficina de su planta de fideos.

El cargo de Fernando era el de presidente de la promoción, y a pesar de sus caídos ánimos al inicio de la convocatoria, año a año se encargaba de llamar a todos sus compañeros, para invitarlos a participar del desfile del colegio Rázuri; evento que paralizaba a los 16,426 habitantes de San Pedro de Lloc.

Hacía solo 3 horas antes, estos 28 veteranos estuvieron en la plaza central, luciendo sus mejores y más cómodas galas, pues como todas las promociones, desfilaron frente al estrado principal, cargando consigo su banderola de pana con borlas doradas.

Muchos, al igual que Ramona, llegaban acompañados de sus hijos o nietos, quienes les servíamos de familiar de emergencia ante cualquier eventualidad, o como en mi caso, les servíamos de bastón para las caminatas.

Esa mañana, recibí y presencié varios abrazos largos de al menos 6 segundos. Vi a hombres de cabezas canosas con otros de cabezas teñidas de negro azabache, estrecharse fuertemente las manos, como si intentaran quebrar las falanges del otro. Escuché los golpes secos que se daban en las espaldas completando su cálido reencuentro. Vi ceremoniosos ancianos, luciendo con orgullo su uniforme de brigadier y sus lustrados zapatos de cuero.



Los parlantes del escenario anunciaron que se iniciaría el desfile, e invitaron a todas las promociones a ordenarse por orden de antigüedad. Increíblemente había representantes de promociones más antiguas que la de mi mamá, todos vestidos en sus mejores trajes, a pesar del sol inclemente de esa mañana.




Para cuando toda la promoción del 56 apareció por la calle lateral de la plaza de armas, ya Ramona me había soltado, caminaba sujetando de un brazo a una compañera y sosteniendo convenientemente con el otro, la banderola de su promoción en la primera línea.

Yo sostenía su bastón y su cartera en mi antebrazo, mientras registraba en video y fotos, su caminar solemne frente al estrado.

—Damos la bienvenida y un fuerte aplauso a la promoción Mil Novecientos Cincuenta y Seis… Pedro Vértiz Dávila dijo el animador mientras tuvo de fondo la marcha militar “Los Peruanos pasan”.

Según la agenda, luego del desfile harían un compartir en la oficina de Fernando, para finalmente ir todos juntos al almuerzo del colegio, en el más famoso centro recreacional de todo Pacasmayo.

Cuando terminó de leer la lista de los compañeros, Fernando Schroeder sonó fuertemente su nariz, y guardó el pañuelo en el bolsillo de su pantalón cargo. Era el mediodía y muchos de los invitados ya estaban inquietos y hambrientos.

Domingo Quilquiate, un viudo de 79 años, era el brazo derecho de Fernando y tesorero del clan. Su caminar jorobado lo identificaba de entre todos sus compañeros. Domingo, salió de la cocina improvisada detrás del escritorio de Fernando, y tras él, le siguieron dos mozos que llevaban fuentes con vasos de gaseosa.

—Quiero ahora hacer un brindis por todos nosotros —dijo Fernando mientras sus compañeros se levantaban con dificultad de sus sillas de plástico. Todos se pusieron de pie, a excepción de Ramona, quien debido a su discapacidad, se quedó sentada con sus tobillos cruzados, flanqueda por su bastón del lado derecho y por Fernando del lado izquierdo.

—Primero que nada, agradecer a Ramonita, por convencerme de no abandonar esta travesía. Yo me pongo muy nervioso la verdad, me hace falta siempre escuchar a alguien que me ponga en vereda. Eres una excelente amiga y consejera Ramona —dijo mirándola con ojos vidriosos, mientras ella escondía su sonrisa avergonzada detrás del vaso de Sprite.

—A mi gran amigo Domingo, por llevar las cuentas claras desde un inicio y encargarse de toda la logística de nuestro reencuentro. Sin tu trabajo amigo mío, nada de esto sería posible. —Domingo levantó la mirada hacia el techo, y como un sacerdote haciendo la homilía, levantó su vaso.

—A todos Uds por invertir su tiempo… Ese, del que ya sabemos, nos queda tan poco. Porque por ahí dicen, ya que estamos en la sala de espera.

En ese momento, sonaron cuatro pitidos largos e impertinentes del microondas, anunciando que las empanaditas ya estaban calientes, y que los signos vitales de los asistentes aún se mantenían funcionando.

—No seas ave de mal agüero pues hermano —dijo una voz al fondo del salón, y se sintieron algunas risas confundidas con tosidos.

—Nooo hermano, aquí seguiremos firmes hasta que el de arriba se acuerde… y al parecer “La Pelona” también tiene problemas de memoria —respondió Fernando.

Los veteranos soltaron carcajadas y algunas incontinencias se desbordaron.

Cumplo también con anunciarles que ésta será, la última vez que podamos reunirnos aquí, pues he vendido mi fábrica a Cementos Pacasmayo —dijo Fernando con voz entrecortada. Los asistentes hicieron silencio.

—Me estoy mudando a Lima, pues mi mujer requiere atenciones especiales que solo las podemos encontrar alláFernando aprovechó en quitarse los anteojos y guardarlos en el bolsillo de su camisa blanca.

“No te preocupes hermano”, “Es lo mejor”, “Claro, claro, claro”, “Ay Diosito protégela” fueron las frases superpuestas que se escucharon entre la audiencia.

-—Sin embargo continuó dejo la posta a Domingo, para que el próximo año consigamos que el alcalde nos reserve un salón en palacio municipal.

Así es compañeros, yo me encargaré. Ya he hablado inclusive con el mismísimo Jorge León papá, para que su hijo nos auspicie los nuevos chalecos comentó emocionado Domingo y añadió—: Solo necesitamos poner el nombre de la avícola aquí abajito no más se dio la vuelta, mostró su joroba señalando el borde inferior de su chaleco.

Bueno pues señores, esos han sido todos los anuncios del día de hoy… Y como ya hace hambre, vamos yendo para el almuerzo, antes que empiecen a tocar los Yaipén… ¡Salud muchachos! dijo Fernando

¡Salud! dijeron todos bebiendo la aún burbujeante Sprite.

Mi cámara del celular captó las sonrisas de los amigos de mi mamá, mientras hacía un paneo por todo el salón. Hice incluso un zoom caleta en las miradas contemplativas de Fernando hacia Ramona, mientras ella conversaba sentada con dos de sus compañeras, viudas todas.

¿Nos puedes tomar una foto hijita? me dijo la señora de saco rosado. Volteé a verla y sus cuatro amigas sostenían sus celulares, seguramente para pedirme lo mismo.

¿Qué les parece si les tomo con mi cámara, y luego se las mando por whatsapp?
Sus caras confundidas y decepcionadas me estrujaron el corazón. Les tomé 4 veces la misma foto.

Esa tarde, mientras todos almorzaban, creé el grupo de whatsapp “Promo del 56” con la lista de datos que me dio Fernando. Allí compartí las fotos y videos que hice con mi celular ese día.

Cerca de las 4 de la tarde, Domingo se acercó tambaleante a Ramona, se sentó junto a ella y besando sus manos pecosas le dijo:
—¿Te veré el próximo año Ramonita?
—No lo sé Domingo, todo depende si consigo quien me acompañe.
—Pero faltaba más… ¡para eso estoy yo!
La forzada sonrisa de mi mamá, me puso en alerta para interrumpir la conversación y llevarla al baño.

En noviembre del 2019 Domingo falleció víctima de una cirrosis en el Hospital 2 de mayo. Ramona me pidió enviarle una corona que acompañó su cuerpo hasta el crematorio. Durante el sepelio, su ataúd estuvo cubierto con la banderola de pana con borlas doradas. La promo del 56 no se ha vuelto a reunir desde el 2017. Ramona recibe llamadas de Fernando cada dos semanas y el chaleco guinda se sigue hongueando en el cajón del fondo de su cómoda.






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