Es una descarada...

Frente a su pantalla, Regina viene leyendo en voz baja el mail que redacta hace un buen rato. Su índice y pulgar izquierdo hurgan y aprietan suavemente ambas fosas nasales, en búsqueda de “chimicos”: así le decía desde pequeña, a esas secreciones secas pegadas al interior de su nariz. Regina suspira y recuerda a su natal Ferreñafe.

Ahora prueba cambiando varios tipo de letra, intentando hacer más fácil la comprensión de lectura:

“He venido cumpliendo siempre a cabalidad, las funciones que me han asignado, sin embargo desde mi contratación no recibo a la fecha ningún tipo de beneficio laboral”.

Hace 3 semanas, todos los viernes antes de su salida, Regina dedica media hora, a redactar su carta de renuncia y el mail que enviaría a todos sus compañeros, despidiéndose de su puesto y aclarando su posición, frente a los abusos laborales de los que (considera) ha sido víctima.

Llegó como practicante hace 2 años, y como bienvenida a la gran familia, Don Ricardo mandó a que experimentara vivencialmente, todas las funciones de los trabajadores en la avícola.

A partir de ese día, aprendió a diferenciar el hedor del excremento de los pollos, del excremento de los pavos y el de cualquier otro animal doméstico con el que hubiera convivido, inclusive el de su propio enamorado.

Muy pocos saben que esos huevos blancos e impolutos, que se exhiben cerca de las cajas de los supermercados, estuvieron hasta hace unos días atrás, cubiertos de mucosidades verduscas que, como parte de su bautizo, Regina aprendió a limpiar con suaves esponjas, sin llegar a quebrar la cáscara.



“Considero repugnante tener que trabajar en un ambiente cuyo olor se impregna en nuestra ropa”.

Regina abre el cajón derecho de su escritorio, y tanteando junto a su calculadora, encuentra la bolsa transparente que lleva los 150 gramos de jamón de pechuga de pavo que compró en Tottus. Abre la bolsa, coge una rodaja, la enrolla hábilmente como un cigarro y la devora en solo tres bocados. Todo esto usando solo dos dedos de su mano. Continúa leyendo.

Al no tener una servilleta a la mano, frota sus dedos húmedos y grasosos sobre sus muslos, quedando una marca brillante en su pantalón negro de drill. Coge el mouse y selecciona todo un párrafo. No está segura de borrarlo.

“Agradezco la oportunidad que me dieron en la empresa, pero siento que no me ofrecieron los suficientes incentivos para continuar creciendo profesionalmente”

Esta vez, a diferencia de las otras, tiene una oferta de trabajo con mejores condiciones para una joven contadora de 23 años. Ha conseguido una entrevista en una papelera, en la zona industrial de Chacra Ríos.

Sigue con la mirada puesta en el documento de Word. Suena un mensaje de WhatsApp, quiere leerlo pero su índice derecho, aún grasoso, no logra desbloquear la pantalla. La batería se acaba. Deja en visto a Ramiro.

Busca en su cartera el cargador y encuentra una bolsa de S/. 0.50 de Tortees. Le es imposible resistirse a abrirla. Un olor a maíz frito en hojuelas invade su cubículo. Sigue leyendo.

Su lectura avanza de manera automática y cuando llevaba aún restos extremadamente condimentados en sus molares, llega Ramiro, la coge del cuello y le estampa un profundo beso en la boca.



Ella aprovecha en degustar por unos segundos, el amargo sabor del tabaco que su enamorado trae aún en su lengua rugosa. Se separan.

- ¿Quieres uno? -le dijo Ramiro sacando de su bolsillo una barra de Halls morado.
- No, mi amor, estoy perfecta.
- ¿Nos vamos?
- Sí amorcito, ya vamos.
Regina presiona “Guardar como” y cambia el nombre del archivo a “chaufax v23.08.16.doc”. Apaga su computadora.

A la mañana siguiente, mientras esperaba sentada en el abultado mueble negro de cuerina, disfrutó discretamente un par de veces, de ese efecto de ventosa en su espalda descubierta. La sensación era como la de una gran cinta scotch que se despegaba lentamente de sus poros.

- Señorita Huamanciza, adelante por favor.

Un robusto hombre de bigote y cejas despeinadas le abrió la puerta.
Regina sonrió y estrechó la mano del que sería su nuevo jefe y futuro amante.

Su nuevo trabajo quedaría al costado de la fábrica de dulces D’onofrio. El olor a panetón recién sacado del horno inundó la oficina. Regina suspiró profundamente hasta sentirse repleta, ese era su secreto para evitar comer carbohidratos.






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